Consumir menos no significa dejar de contaminar. Eso es lo que piensan muchos de los detractores de la denominada bombilla de bajo consumo. Desde que se popularizó hace algunos años, estas bombillas han terminado por suplantar a las tradicionales incandescentes, cuyo consumo energético era mucho mayor que el de las actuales. Sin embargo, la toxicidad de las bombillas de bajo consumo se ha demostrado con el paso del tiempo, un punto muy negativo para una tecnología que surgió con el objetivo de cuidar el medio ambiente.
Son muchos los aspectos positivos de las bombillas de bajo consumo, entre los más destacados que consumen poco, iluminan de forma constante, son resistentes, potentes y tienen una vida de al menos cinco años. Por el lado contrario, tienen varios aspectos muy negativos que no se pueden dejar escapar. Investigadores han demostrado que existe riesgo de toxicidad para el medio ambiente y el ser humano. Aquí os dejamos un vídeo con más información sobre el tema.
Estas bombillas contienen en su interior entre 2 y 5 mg de gas de mercurio, un metal pesado que es perjudicial para la salud y que, cuando una bombilla de bajo consumo se rompe, queda liberado al instante. Es fundamental que cuando esto ocurra, las personas que se encuentren en dicha estancia o habitación salgan de ella y esperen, al menos, 15 minutos para que se ventile. De no hacerlo, el gas podría entrar en los pulmones y provocar graves reacciones en el organismo.
Las bombillas de bajo consumo han sido la panacea para terminar con el largo reinado de las bombillas incandescentes, que durante más de un siglo han arrojado luz sobre nosotros. Sin embargo, los múltiples problemas medioambientales y para la salud de estas, están convirtiendo a la tecnología LED en el potencial sustituto por su bajo consumo, su fácil producción, su bajo coste, la gran calidad de su luz y su larga vida de hasta 15 años.